8 de marzo de 2024

Presentación del Libro «EL CATALEJO. MIRADAS DE INFANCIA» de Gema Atencia.

Vemos desde la perspectiva que nuestros ojos y cerebro nos permiten. Sin embargo, hay personas que ven más allá, personas que tienen incorporado en sus ojos un catalejo. Son capaces de adentrarse en los sentimientos de esas criaturas que tenemos en la escuela y de vislumbrar «Miradas de infancia». 

«EL CATALEJO. MIRADAS DE INFANCIA». Así titula este maravilloso libro mi amiga y compañera Gema Atencia. El término catalejo se compone de las palabras «catar» y «lejos». Catar, según la Real Academia Española, significa tanto probar, degustar y saborear, como mirar, observar, examinar y otear. Y es que la autora de esta hermosa obra tiene la habilidad de ver con su catalejo a las niñas y niños de su aula, observándolos muy de cerca. Mostrándonos cómo la infancia es un período clave en la formación de nuestra identidad y en la construcción de nuestra visión del mundo.

Para educar de manera efectiva es esencial tener la capacidad de ver el alma de las personas: sus sentimientos, necesidades y sueños. ¿Qué cómo se adquiere? Recordando nuestros deseos de la infancia y volviendo a escuchar a esa niña o niño que fuimos. Solo así podremos comprender los comportamientos, emociones y sentimientos de la niñez.

Este libro aborda precisamente esta cuestión. Gema, como maestra reflexiva y emocional, ha explorado su propio interior y se ha recompuesto. Gracias a ello, tiene una mirada capaz de ver de cerca el alma de la infancia a través de su catalejo vivencial. Educamos con lo que sabemos, pero también con lo que fuimos y con lo que somos. Gema alberga en su alma recuerdos, emociones, sentimientos y conocimientos suficientes para educar de forma amorosa, ya que fue una niña disfrutona que creció en un ambiente amable y feliz. Y nos presenta un libro redondo, donde muestra sus vivencias infantiles y sus experiencias educativas con una base científica que sustenta toda su práctica.

En su escuela, proyecta juegos y actividades que la hicieron feliz en su niñez, pensando que beneficiará a su alumnado: el escondite, tan necesario para resguardarnos del complejo mundo que nos espera; la magia de jugar a mezclar mejunjes; la importancia de la tierra y el agua para disfrutar de sensaciones; la música que acompasa nuestras almas para crecer en armonía; construir para construirnos, porque todo lo que hacemos hacia afuera nos reconstruye por dentro; el micrófono que nos da la voz necesaria para ser, porque cuando nos expresamos construimos identidades; cocinar para alimentarnos en cuerpo y alma; jugar con el lenguaje, con las palabras, con las rimas, con las metáforas, para crear pensamientos y disfrutes; el movimiento, imprescindible en estas edades; los tesoros como búsqueda de la felicidad para crecer, porque no hay crecimiento sin búsqueda de un deseo; los cuentos, que nos prestan sus narraciones para convertirse en pensamientos necesarios para la vida; el baile como forma de expresión que nos hace ser y sentir, dibujando, con nuestros cuerpos, figuras en el aire; la utilización de herramientas reales para no infantilizar a la infancia; las pompas de jabón y los juegos de sombras, necesarios para sentir la magia emocional; el teatro como recreación de la vida; el compromiso social con la naturaleza y su disfrute. Y de fondo, la libertad, para que cada persona se desarrolle según sus necesidades y deseos.

Este libro retrata, con excelentes ilustraciones, estas experiencias y emociones de manera poética, invitándonos a evocar nuestra niñez y a mejorar la educación de la infancia. Un hilo de color amarillo recorre cada imagen invitándonos a recuperar los juegos de nuestra niñez para hacer algo con ello. Porque, solo desde lo que fuimos, podemos educar.

Este libro tiene magia, ¡siempre nos sorprende esta maestra! Al final, encontramos un agujero, como en Alicia en el país de la maravilla. A través de un código QR, podemos adentrarnos en su aula, con fotografías alusivas a cada capítulo del libro. Esto da sentido a su texto mediante evidencias prácticas.

Disfrutemos, pues, de este poético texto que nos sugiere en cada capítulo tres regalos: invitarnos a descubrir nuestra niñez, mostrarnos saberes imprescindibles para educar e interpelarnos para mejorar la educación de la infancia.  

Gracias, amiga, por plasmar tus experiencias en esta bella obra que ayudará, sin duda, a mejorar la educación infantil. La escuela está necesitada, hoy más que nunca, de narraciones educativas cercanas, emocionales y profundas; de miradas sinceras, que vislumbren los deseos de la infancia para, a partir de ahí, ofrecer una escuela infantil más amable y respetuosa.

            


      

Vélez-Málaga, 7 de marzo de 2024.

26 de febrero de 2024

LA DIFICULTAD DE TRAZAR LÍMITES EN EDUCACIÓN

La educación no se logra únicamente con disciplina y límites externos, aunque son necesarios. La cuestión radica en cómo ayudamos a construir una autocontención en el alumnado para que integren las normas necesarias como propias. Es fundamental crear conciencia sobre las conductas, educar en valores y que los internalicen. Es el alumnado el que tiene que hacer algo con las consecuencias de sus conductas y con los límites que les marcamos. Son las niñas y niños quienes deben construir su propia autodisciplina, lidiando con los palos en la rueda que les pone la vida y el faro con que les alumbramos quienes educamos. 

Frente a la autoridad del profesorado en la escuela, el alumnado suele buscar complacer o al menos no desentonar, lo que a veces los lleva a engañar, esconderse o actuar de manera poco sincera. Sin embargo, si logramos conectarnos con ellos y comprender sus necesidades y dificultades, se mostrarán sin reservas. Esta es una clave fundamental en la educación.

En ocasiones, el alumnado desafía la autoridad (especialmente en la educación infantil y la adolescencia, etapas cruciales en el desarrollo de la identidad). En estos momentos, es importante mostrar firmeza y comprensión, especialmente ante los desafíos identitarios que enfrentan. Debemos recordar que los niños construyen su autonomía desafiando la autoridad de la que dependen.

La educación va más allá del simple «ordeno y mando», ya que esto puede llevar a la coerción y generar resistencia. La niñez construye su identidad diferenciándose de sus mentores, lo que hace que educar sea un desafío. Es fundamental mantener una actitud comprensiva pero al mismo tiempo establecer límites claros. Aunque es complicado, es el camino que debemos recorrer para educar de manera efectiva en un mundo cada vez más incierto y complejo.

Marcar límites es arriesgado pero, a la vez, imprescindible para educar. Ahí nos vemos las familias y el profesorado gestionando entre el «te quiero» y el «no debes hacer eso». Y, hoy día, es difícil lidiar con las redes sociales que, con la inestimable asesoría del marketing, han colonizado el cerebro de la infancia. Y nos sentimos impotentes lidiando con poderes cada vez más expertos sobre la mente de nuestros vástagos.

Es necesario distinguir entre las conductas inapropiadas y la personalidad de cada infante, para que puedan aprender de sus errores y crecer como seres humanos. Siempre debemos mostrar amor y esperanza en sus capacidades.

El profesorado está siempre ahí, marcando el límite con palabras certeras y positivas:

- Eso no, lo siento, pero no; es por tu bien; ya lo comprenderás...

- Creo que sabes hacerlo bien, aunque te cuesta. Tú puedes. Confío en ti. 

-Yo no castigo, pero si no sabes compartir no podrás jugar, porque el material es de todas las personas del aula. Sé que tú lo comprendes y sabes que debes respetar a los demás. Inténtalo. De lo contrario no podrás jugar…

El profesorado juega un papel crucial en marcar límites con palabras positivas y certeras, fomentando la autoestima y la responsabilidad en los alumnos. Es importante ser cercanos y sinceros sin permitir la insolencia, y mostrar comprensión pero reprobando las conductas inapropiadas.

Educar es una tarea difícil, pero es esencial para que los niños y niñas integren los límites y reflexionen sobre sus acciones. La educación siempre apunta a un futuro esperanzador.

Para ello, no debemos enredarnos en leyes y recetarios de conductas protocolarias, ni en castigos trasnochados, ni en decálogos de normas, ni en la silla de pensar. Por el contrario, es necesario compartir emociones placenteras con canciones, cuentos, poesías, teatros, conversaciones, juegos y disfrutes, regalando límites necesarios para poder seguir disfrutando de satisfacciones inmediatas que irán fraguando, a fuego lento, creando valores a largo plazo, que son los imprescindibles y necesarios para una educación de calidad.

18 de enero de 2024

CONDUCTAS, SÍNTOMAS Y DESVARIOS EN EDUCACIÓN

Una persona que se ve diferente frente una sociedad normalizada sufre, lo vemos a menudo en la escuela, y despliega un sinfín de comportamientos inadecuados que las administraciones educativas cosifican y diagnostican de forma rígida. Sin embargo, un conjunto de síntomas no es una enfermedad biológica sino que, a veces, es una interpelación. Es necesario analizar los comportamientos de la infancia con una visión lúcida. Necesitamos amplitud de miras para comprender la construcción de la subjetividad en cada persona. 

Recuerdo a un alumno de cuarto de primaria que llegó a nuestro colegio con un diagnóstico contundente, supuestamente con base biológica, y necesitado de medicación. Venía de un colegio concertado, diagnosticado, medicado; y con una autoestima por los suelos, lógicamente provocado. En cambio, yo sólo vi a un chico con una demanda desesperada de amor: inquieto, nervioso, asustado, receloso, lógicamente desatento…, aunque también deseante, algo que siempre salva de la locura. Cuando le mostré confianza, me mostró todo lo que le soliviantaba y se relajó. Tenía inquietudes familiares y un sinfín de sufrimientos. La escuela de donde venía no supo interpretar sus síntomas y le etiquetó con un diagnóstico paralizante, provocándole más conductas inapropiadas, enredando su desasosiego y pronosticándole un síndrome de moda en estos tiempos.

Toda persona quiere ser alguien, alguien reconocido, mirado, escuchado y querido, y despliega un sinfín de comportamientos para ser aceptado como persona. A veces, percibimos los comportamientos de la infancia de forma simplista, como una llamada de atención. ¡Por supuesto que nos interpela! Toda persona necesita ser querida y considerada. Pero su demanda no es sólo una conducta inapropiada, a veces, es un grito de desesperación.

La infancia siempre busca un vínculo donde aferrarse para construirse. Y ese sostén, que soporta, sostiene y soluciona, somos las familias, las amistades y el profesorado. No hay otra alternativa. Estamos ahí, intentando educar, pero siempre nos topamos con los procesos de desarrollo personal que se están produciendo, y no podemos ni debemos eludirlos.

Si nos fijamos sólo en los síntomas veremos enfermedad, entonces la solución es evidente: medicar, derivar, curar…, intentar eliminar todo atisbo de disrupción, inadaptación y desorden, deseando que el sujeto sane a toda costa. Es un pensamiento acorde con la lógica biológica, que elude toda circunstancia familiar, contextual, histórica, social, coyuntural o del lógico desarrollo.

Ante síntomas disruptivos existen dos opciones contrapuestas: diagnosticamos en función de la conducta, desatendiendo qué le pasa y siente esa persona, y etiquetamos y medicamos, o buscamos una interpretación de su comportamiento indagando en su historia personal y actuamos en consecuencia en todo el contexto en el que vive y sufre. Pues, antes de actuar, es necesario un diagnóstico adecuado atendiendo la subjetividad del sujeto.

Escuché una vez decir, a la prestigiosa psicoanalista argentina Beatriz Janín, que un diagnóstico no puede resumirse en unas palabras, debe tener al menos tres folios. Pues las etiquetas cosifican, estereotipan y despersonalizan, y para comprender qué le pasa a una persona debemos narrar toda una historia.

Un desajuste educativo es una oportunidad para aprender qué le pasa a la infancia, y una posibilidad para comprender qué nos pasa a quienes educamos. La demanda se genera en una familia, en una cultura, en una sociedad… Por lo que es una oportunidad para evaluar el contexto: familiar, educativo, cultural y social.

La función educativa consiste, además de las tareas docentes, en ser receptivo a la demanda de quienes se están construyendo como personas. Los síntomas, a menudo, son llamadas de auxilio que debemos soportar, comprender y dar respuesta. Si cosificamos las conductas con etiquetas no daremos solución a las desesperadas demandas. Si calificamos de vagos, hiperactivos o apáticos a un chico hemos puesto un tapón en la llamada de auxilio. Si etiquetamos como pasiva, torpe o espabilada, a una chica, encubriremos la causa de su sufrimiento.

Los docentes debemos descifrar el mensaje que nos muestra el alumnado. Para ello es imprescindible conectar con su sufrir: investigar, interpretar, empatizar, comprender…, todo menos permitir que nos afecten los retos identitarios como una amenaza personal. Para ello, quienes educamos, debemos estar suficientemente sanos en lo emocional. Solo así comprenderemos qué le pasa a nuestro alumnado, sólo así podremos ayudarles.

Porque, a veces, el desvarío lo tenemos quienes intentamos educar: las instituciones educativas homogeneizadoras, los poderes públicos insensibles, las familias súper ocupadas… Y proyectamos, en seres que aún se están construyendo, todos los desajustes del sistema.

Es necesario indagar en las conductas y síntomas de nuestro alumnado, pero también en las variables organizativas de los centros educativos, en nuestro estado de ánimo, en las circunstancias familiares y las realidades sociales en las que vivimos. Así sabremos qué le pasa a la infancia y, de camino, cómo mejorar los desvaríos del sistema educativo.

4 de enero de 2024

EL CASTILLO DE KAFKA O LA BUROCRATIZACIÓN DE LA ENSEÑANZA

Hace años que cayó en mis manos un libro esencial que me hizo comprender el funcionamiento de la sociedad moderna. A trancas y barrancas lo fui leyendo, porque la historia, como bien es sabido, trata sobre un agrimensor que se embarra en la excesiva burocracia de una hipotética sociedad que ya es presente. Es un libro premonitorio. Si no, que se lo digan a los docentes.

Hoy día, la eficacia educativa se mide cumplimentando requisitos burocráticos que la administración requiere, como en El castillo de KafKa. Una distopía hecha realidad.

En Andalucía estamos a las órdenes de un señor inexistente llamado Séneca (una plataforma digital que controla a los docentes), una autoridad moderna que dicta que todo lo que no se escribe no existe. Y cada programación de aula, cada proyecto, cada entrevista con familias, cada paso que demos en nuestras escuelas debe estar registrada en la plataforma infernal.

La consecuencia es que la mitad del trabajo del profesorado se realiza frente a un ordenador, escribiendo cosas que nadie va a leer, ni sirve para nada. Solo es control del poder sobre la educación. Porque escribir lo que hacemos es necesario, y nos ayuda a conceptualizar, a reflexionar sobre lo que hacemos, a vislumbrar nuestros errores y aciertos. Pero rellenar protocolos estandarizados, en donde nunca se ve nuestro alumnado reflejado, no sirve para nada. Bueno, sirve para tenernos entretenidos, mientras hacemos dejación de nuestra labor docente: atender al alumnado.

Recuerdo cuando, a diario, hablaba con las familias de mi alumnado de infantil en las entradas y salidas, en los pasillos, en el patio, en las tardes de tutorías, al comienzo de curso, antes de cada proyecto que realizábamos… Recuerdo cómo tenía todo el tiempo del mundo para conectarnos como seres humanos, sin que la informática se interpusiera. Ahora, el profesorado, se piensa si hablar con las familias, porque todo debe estar registrado: el día y la hora de la entrevista, los temas tratados, la firma de los familiares dando fe sobre lo hablado, y, por último, subirlo a la aplicación. No me extraña que el profesorado evite hablar con las familias, porque lo exigido es que quede constancia y no tanto la conexión que se ha establecido para bien del alumnado.

A ver si nos aclaramos: lo que está escrito en una plataforma virtual solo existe en las nubes, y lo experimentado en el aula, con las familias y en la escuela, se vive de verdad, aunque no se registre. Conozco a profesorado, expertos en redes sociales que cumplimentan de forma eficaz todo lo exigido por la burocracia, aunque no se produzca de verdad. Pero también sé de maestras y maestros que le importa un bledo internet y el tiempo que tienen lo emplean para atender a personas que necesitan escucha y sostén para crecer como seres humanos.

Porque solo educa quien mira a los ojos al alumnado y enseña con pasión lo importante para la vida, evitando todo distraimiento. Solo educa quien atiende a las familias en directo, porque solo educamos en vivo y en directo.

11 de diciembre de 2023

SOY UN MAESTRO ANTIGUO

Cada curso, me invitan para dar charlas en la Universidad de Málaga al alumnado que estudia el Grado de Educación Infantil. Este año, después de explicar mi metodología, práctica y filosofía educativa, un futuro maestro de Educación Infantil me dice que las innovaciones educativas que practico son buenas y necesarias pero, difíciles de generalizar hoy día. Yo le digo que no son teorías y prácticas nuevas. Que yo soy un maestro antiguo; que sigo las metodologías de Freinet, de Freire, Montessori, Loris Malaguzzi y otros educadores antiguos. Se produce un bloqueo cognitivo en toda la clase. Traen a un maestro supuestamente innovador y resulta que se define como maestro que reivindica la tradición. 

Y es que la dicotomía antiguo o moderno no es acertada. No siempre lo contemporáneo es lo mejor. Siempre hubo magisterios progresistas y conservadores allende los tiempos. La historia se construye con pasos hacia adelante y hacia atrás. La cuestión está en quienes dan los pasos más largos y con más sentido.

Me considero un maestro antiguo. Creo, como Freinet, que el alumnado debe crear sus textos, generando pensamiento a partir de sus vivencias; aprendí de Freire su compromiso con la sociedad y la educación emancipadora; y de Montessori, integré en mi practica el desarrollo sensorial de la primera infancia, con piedras, palos y texturas (el material Montessori que nos venden en los grandes almacenes no están en sus textos, es solo una moda que el mercado se ha apropiado); me enamoré de la filosofía de las escuelas de Reggio Emilia, centrada en la consideración de los niños como seres humanos, que poseen capacidades para desarrollarse como sujetos de derecho, y aprenden y crecen en relación con las demás personas.

Me consta que en las escuelas de magisterio se estudian estas personalidades que transformaron la escuela en tiempos pasados, como yo lo estudié en su momento. Pero siento que así no se mejora la escuela. Una cosa es enseñar y otra aprender. Lo que no se ha experimentado no se integra en lo que sabemos. Es imprescindible experimentar en carne propia las metodologías de otros tiempos. No habrá aprendizaje en el futuro profesorado si las teorías enseñadas no se sienten en carne propia.

Acabo de ver la película El maestro que prometió el mar de Patricia Font y me sentí identificado. Creo que la mayor revolución educativa ya se hizo. Ahora solo debemos llevarla a la práctica. Y eso hice en mi aula: poner oreja al alumnado, dejar que se expresaran, que pensaran y conversaran; editar textos construidos por ellos, realizar correspondencias con otros lugares y culturas…, y tener respeto a las personas que, aunque pequeñas, ya son identidades pensantes y sintientes.

Valoro al profesorado universitario que reconoce a las maestras y maestros de Educación infantil y les cede un hueco en sus enseñanzas. Creo que la teoría y la práctica o van de la mano o pierden su credibilidad. Mil gracias al profesorado universitario que se atreven a llevar a su aula a un maestro antiguo, pero que aún tiene mucho que aportar a la educación del futuro. Porque antigüedad y modernidad, teoría y práctica, lo de aquí y lo de más allá, deberían ir de la mano para mejorar la educación del futuro.

 

 

 

 

17 de noviembre de 2023

UNA INFANCIA ANESTESIADA

Me cuenta una amiga enfermera, que trabaja en un hospital infantil, que los llantos habituales, que antes eran la banda sonora de su trabajo, han desaparecido. Resulta que las niñas y niños enfermos, que mostraban su dolor mediante el llanto, ahora están anestesiados con las pantallas y ya no gritan. Las madres que antes calmaban, con caricias, ronroneos, miradas, canciones y mecidas sus demandas, ahora, utilizan el móvil para consolarlos. Es el chupete digital, y funciona. Lo que no sabemos son las secuelas. Eso lo veremos en el futuro. Aunque ya lo estamos viendo en los centros educativos, porque, cada vez más, nos llega a la escuela, chiquillada sin lenguaje, ensimismada, sin atención apenas, poco sociable y con inquietudes desbordantes. Y comenzamos a diagnosticar con las etiquetas de moda, sin tener en cuenta las causas que provocan tales desvaríos. 

Recordemos que un bebé se hace humano cuando un ser querido interviene en su dolor; cuando otra persona responde con un acto de amor la demanda de su vástago. Pero resulta que, ahora, quien aplaca el desasosiego es una máquina infernal, con sus vídeos deslumbrantes, sus sonidos embaucadores y sus movimientos hipnóticos. Muchos dirán: pero funciona. En estos tiempos, suele ocurrir que la razón de la eficacia se impone sobre la conveniencia de lo humano. La solución a nuestro dolor no puede ser tan simple e inmediata, a corto plazo, sin tener en cuenta sus consecuencias. La cuestión está en los efectos que esta suplantación de las pantallas sobre lo humano pueda producir en el desarrollo de la infancia y su vida futura.

Resulta que las endorfinas de nuestro cerebro se derraman cuando conectamos con un sinfín de emociones producidas por este pequeño aparato endiablado. Y es entonces cuando la pantalla ya es parte de nuestro cerebro y nos domina. 

Y llegamos a la escuela infantil y las clases son presidida por una gran pantalla a modo de crucifijo de otros tiempos: un nuevo dios. Y dictan las canciones y los cuentos, entretienen en el desayuno y apaciguan las emociones inquietas. Todo lo que hacía un ser humano ahora lo hace una gran pantalla.

Pero debemos recordar que somos humanos cuando alguien nos mira, nos escucha, nos narra, nos consuela, nos interpela… Cuando alguien nos ayuda a digerir nuestro deseo insatisfecho y nuestro dolor. Así que no sabemos lo que nos deparará el futuro, que ya es presente, con el mal uso de las pantallas.

Todo empezó con la televisión, ese artefacto que convocaba a toda la familia a compartir un idilio placentero. Tuvo críticas en su tiempo, pero fue digerido gustosamente porque unió a todo un país ante el primer espejo que reflejaba, en esos tiempos en blanco y negro y mediocridad manifiesta, lo que no éramos pero ansiábamos ser.

El problema comenzó con las siguientes pantallas. Primero vinieron esos ordenadores gruesos, con sus grandes columnas ruidosas, que presidían, como en un altar, nuestros escritorios. Luego fueron adelgazando y aumentando su capacidad de almacenamiento y de seducción. Y vinieron los portátiles, las tablets y, por último, los móviles de última generación. Hoy día, la adolescencia tiene en el bolsillo un artilugio que concentra treinta años de desarrollo tecnológico y la mayor fábrica de narcicismo y de sueños que nunca existió. El teléfono móvil ha pasado de ser un instrumento de comunicación personal a un ente que mediatiza nuestras vidas.

Se ha producido un cambio de paradigma: los ordenadores ya no están fuera sino dentro de nuestro cerebro. Y están sustituyendo a las familias en su labor de sostén, amor y consuelo, y al profesorado en su la tarea de educar, convirtiéndose en objetos de apego. ¿Qué diría hoy día Winnicott[i], el teórico de los objetos transicionales? Hemos subvertido las relaciones humanas; ya no tenemos objetos amorosos que nos acompañen en nuestro existir, sino máquinas que hemos integrado como parte de nuestra subjetividad.

Es necesario que los poderes públicos, los centros educativos, las familias y los especialistas en educación tengan amplitud de miras, y diagnostiquen a las pantallas como responsables de tantas dificultades en el alumnado. Porque la responsabilidad de los desvaríos no está en la infancia, el eslabón más débil de la cadena, sino en las más altas instancias del poder y la tecnología.

 



[i] Winnicott, D. W. (1971): Realidad y juego. Ed. Gedisa. Barcelona.

 

12 de noviembre de 2023

EL MAESTRO QUE PROMETIÒ EL MAR

Cuando una película remueve a un tiempo los corazones y el intelecto da en la diana. Eso ocurre con «El maestro que prometió el mar», de Patricia Font.

Una película se construye con elipsis (es obvio que no podemos narrar toda la historia en una hora y media de proyección). Pero es una buena película cuando las elipsis sugieren una época compleja a partir imágenes precisas que simbolizan todo un universo. Este es el caso de este filme. Mediante un sinfín de anécdotas, símbolos y secuencias certeras, narra de forma magistral la escuela que pudo ser y que se trunco por “desavenencias históricas”.

Un maestro promete al mar a una chiquillada de un pueblo de Burgos en la España del año 1934. Pero las circunstancias históricas cortan de forma violenta el buen propósito. El mar es una metáfora de la inmensidad de un mundo por conquistar, de la amplitud de mira, de la vivencia de la naturaleza y, sobre todo, de crecer como personas libres, el propósito que toda educación debe tener. Es una historia pasada que debemos traer al presente.  

En un primer momento la película nos recuerda a La lengua de las mariposas de José Luís Cuerda, por la escenificación de un maestro republicano que se topa con una España rural analfabeta y sometida. Pero no solo trata de educación, aunque la luz de Antoni, el maestro catalán protagonista de la historia, llena toda la película. Lo esencial que narra es la necesidad de transmitir la memoria de nuestros antepasados a las próximas generaciones, como ya vimos en la película El olivo de Iciar Bollaín. Además, sugiere la convulsión que produce en una organización, como es un pueblo, la entrada de un ser que desestabiliza el sistema y que pone en guardia a los poderes fácticos del lugar. Me vino a la memoria la película Chocolat, de Lasse Haliström, en donde la protagonista lleva a una comunidad insípida los placeres de la vida, igual que el maestro de esta película transmite un aprendizaje vivencial y sabroso a este pueblo anquilosado, provocando la resistencia de los poderosos de una comunidad analfabeta, indefensa y muerta de miedos.

Sigue habiendo escuelas que prometen a su alumnado el mar, pero siempre se topan con resistencias que lo dificultan. El mar es ancho, grande, profundo, como narra el alumnado de esta película en sus textos, pero las fuerzas vivas del pueblo son estrechos de miras, superficiales y pequeñitos, aunque dominan el alma de la gente.

Frente a la imprenta de Freinet, que genera narraciones creativas en el alumnado de esta escuelita, aparece el fuego que quema sus escritos. Ahí radica una de las claves de la película: muerte o vida, retroceder o avanzar, tradición o innovación.

La película narra la necesidad de desenterrar los huesos de la memoria, para llenar el hueco que nos dejó la generación de nuestros padres con sus silencios sellados, a cal y canto, por el miedo que inoculó los poderes despóticos de tiempos pasados.

Es necesario que la memoria fluya por el río de la vida, de generación en generación. Porque el fluir de la memoria fue cortado por un dramático muro de contención construido con miedo y terror; y se necesita de nuevas generaciones que lo hagan fluir de nuevo. Por eso es necesaria la visualización de esta película por las nuevas generaciones, para desenterrar el pasado y que siga fluyendo la vida. Porque ya se sabe que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.

Creo que la película no habla solo del pasado sino que nos interpela, hoy día, en una cuestión que las nuevas generaciones no suelen preguntarse, porque perdieron información en un eslabón sometido y silenciado: ¿acaso la educación tiene una dimensión política?

El maestro de la película practica una metodología Freinet, con la creación de textos con una pequeña imprenta. Pero hace más que eso. Este maestro simboliza a todo el profesorado que antes y ahora educa partiendo del respeto a la infancia, poniendo oído a sus pensamientos, opiniones y construcciones sobre la vida. Porque la metodología no es solo una técnica para transmitir un contenido académico, sino que debe ser un propósito emancipador. Y este maestro republicano lo hizo.

Y es que de eso va también la película. O perpetuamos situaciones sociales existentes o luchamos para construir un futuro prometedor en el que todas las personas puedan disfrutar del ancho y profundo mar.

4 de noviembre de 2023

CONJUGANDO EL VERBO ABRAZAR

Yo te abrazo, tú me abrazas… No es lo mismo abrazar, que te abracen o que nos abracemos. Cuando somos adultos, compartimos sentimientos en igual de condiciones, pero cuando bregamos con la infancia estamos en distinto plano. 

Surge el tema en una charla que di en la Universidad de Málaga, en una clase de estudiantes de profesorado de Educación Infantil. Una chica de magisterio expresó con gran orgullo que ella daba mucho amor cuando estuvo de prácticas en la escuela. Siempre abrazaba fuerte a todo el alumnado.

Ya le dije: ¡cuidado! Una cosa es dar los abrazos que tú deseas y otra cosa es sostener el abrazo que el alumnado necesita. Y es que a la escuela, el profesorado debe ir abrazado de casa, repleto de amor, para poder regalar, a quien requiere, abrazos que los sostengan, pero no abrazar porque estemos necesitados.

Se creó un momento de estupor en el aula, un estado de incertidumbre, una contrariedad, una emoción derramada sin comprensión,…; y a la vez, una posibilidad de aprender sobre los vínculos, las emociones, los sentimientos, las necesidades, los límites y el amor desinteresado.

Me metí en un jardín del que me costó salir. Es por eso que ahora, en la distancia, reflexiono y comparto sentires y pensamientos. Es difícil de explicar al incipiente profesorado el poder que tenemos sobre nuestros vástagos, carentes de conocimiento sobre sus emociones. Pero creo que quienes educamos debemos reflexionar sobre el verbo abrazar y sus repercusiones educativas.

Recuerdo: no es lo mismo que te abracen que abrazar, no es igual dar que recibir, no debemos equiparar satisfacer nuestros deseos inconscientes a sostener los de nuestro alumnado. Porque quienes educamos somos quienes debemos dar, consolar, soportar, relajar, sostener, abrir los brazos a quienes necesitan cariño. Y para eso debemos estar llenos de amor traído de casa. Nunca podemos demandar amor a nuestro alumnado, ni buscar satisfacción en sus abrazos. Siempre debemos estar dispuestos a dar sin recibir nada a cambio.

Ya sé que el límite es una delgada línea inconsciente, por eso pongo luz en la frontera. He visto demasiadas veces como se coge en brazos a un chico con síndrome Down porque es muy gracioso y posee un tierno abrazo, o se besa en demasía a una chica que nos hace mucha gracia. También he visto abrazos de lástima a chicos desvalidos, y apretones excesivos a futuros hombretones. Pero a la escuela vamos a poner el hombro por si alguien lo requiere, pero nunca a satisfacer nuestras carencias.

En nuestras clases de infantil debemos tener siempre los brazos abiertos, por si se necesita. Y, si nos vienen demandas, nunca apretar demasiado. Debemos dar siempre la posibilidad de que sean libres en el encuentro.

Ya sé que es un tema delicado, pero, quien quiera ver, que aprenda.

Quienes educamos debemos ser docentes, que donan, que dan, que regalan emociones. Nuestro alumnado es, siempre, demandante incesante. Es necesario estar lleno para dar siempre. Y los huequitos que todas persona tenemos, llenarlos en otros lugares que no sean las escuelas. Para siempre derramar amor si hay demanda.

4 de octubre de 2023

LA ESCLAVITUD DEL DESEO

Que Buñuel fue un genio del séptimo arte es indiscutible, que fue un visionario de nuestra época, cada vez lo tengo más claro. Acabo de ver por enésima vez su película «Ese oscuro objeto del deseo», basada en la novela de Pierre Louÿs, «La mujer y el pelele».

El deseo tiene mucho de inconsciente, de lo que nos mueve por dentro sin que nos demos cuenta. Es por eso que el pelele se deja engañar, una y otra vez, por la protagonista de la película, y se convierte en un ser sumiso y dependiente. No le queda otra, porque actúa por impulsos que la razón no controla.

Acabo de leer la novela, de Santiago Lorenzo, titulada Las ganas, un concepto castizo y esencial para definir el deseo; eso que nos mueve por dentro y que está siempre acechante, siempre mediatizado por la razón que la cultura nos impone.

El liberalismo se fundamenta en la libertad individual frente al estado democrático: se sustenta el deseo más primario. Supone que, si cada cual busca su bienestar, el bien común será para todas las personas, y quien no lo alcanza es porque no se esfuerza demasiado. Además, argumenta que si todos buscamos el bien propio el bien común se produce de forma natural (la llamada mano negra del liberalismo que todo lo regula). ¡Nada más lejos de la realidad!

Creo que la vida es compleja y no podemos reducirla a la simplicidad de dos opciones. Ni todo debe ser libertad individual, ni todo puede ser un poder del estado que nos controle. Ahí está la dificultad, en gestionar racionalmente el deseo.

Si damos libertad individual, siempre ganarán quienes tienen más posibilidades; es como dejar a las zorras convivir con las gallinas sin ninguna norma que impida las relaciones de poder entre ellas. Por el contrario, si damos todo el poder al Estado, sin ningún control, es como tener fe en un único dios verdadero, con la de dioses y sensibilidades existentes. Los grandes filósofos nos mostraron que en el centro siempre está la virtud. En mi pueblo dicen: ni tan cavos ni con tres pelucas.

Ya fracasó el liberalismo en «La crisis del veintinueve», y el totalitarismo comunista también fracasó, cuando se alejó de la filosofía marxista y comenzó a controlar y reprimir toda idea reflexiva contraria al dogma, con la caída del muro de Berlín. Lógicamente, porque limitó en demasía la libertad individual.

El sistema capitalista liberal, que padecemos en occidente, comenzó a estudiar la psicología del deseo, y se hizo experto en marketing. Y fue entonces cuando diseñaron un proyecto de manipulación de los seres humanos creando narraciones que colonizaran las mentes de las personas, y controlaron a la gente para que libremente fueran esclavos.

Todo comenzó con la Coca Cola, una bebida anodina que supieron aderezar con mucha azúcar y con imágenes deseosas: juventud, la chispa de la vida y la felicidad. Y fue entonces cuando comprendieron que el deseo vende. Y se hicieron de pecunias y de poder.

Luego le siguieron los perfumes. Se vendía sin que nadie los oliera. Bastaba con hacer un anuncio que sugiriera: placer, éxito, sensualidad, emoción… Unas insinuantes caderas, un torso desnudo y unas imágenes cálidas fueron suficientes. Ya tenían la clave del negocio: influir en las mentes deseantes. Encontraron la llave para abrir la puerta del deseo que todas las personas llevamos dentro. Y, a partir de ahí, se podría vender cualquier cosa. El tema no estaba en el producto sino en activar el deseo inconsciente.

El paradigma del control de las mentes, en Italia y España, la materializó Telecinco con el «Cacao Maravillao», una marca de un producto inexistente, pero que se anunciaba con chicas insinuantes en un programa de televisión. Consiguieron millones de demandas de un producto que no existía. ¡Eureka! Habían descubierto la llave de la manipulación humana.

A partir de entonces, miles de psicólogos vendidos al sistema, multitud de expertos en imagen y sonido, publicistas y muchos autoproclamados periodistas, pusieron en marcha la maquinaria de vender productos e ideas políticas aunque fueran una falacia. Tenían que comer. Así llegó Berlusconi al poder en Italia. Y, luego, otros supuestos políticos a muchos países.

Necesitamos en este mundo de narraciones más complejas que nos ayuden a seguir viviendo en un mundo en el que la libertad individual conjugue de forma adecuada con el bien común. Ahí está la dificultad.

Es por eso que debemos estar atentos, quienes nos dedicamos a la educación, a los estímulos que vienen de fuera vendiendo ideas y narraciones que controlan nuestras mentes.

En estos tiempos, la manipulación se ha perfeccionado con las redes sociales, y han inventado mil argucias para embaucarnos de forma inconsciente.

Quizás la escuela debería asumir un nuevo contenido, además de dar matemáticas, lengua, historia o música. Quizás debemos crear una gran asignatura titulada «Que no nos engañen: las argucias publicitarias de los poderes mediáticos».

Debemos, en los centros educativos, tomar conciencia de lo que somos, aprender cómo nos construimos y en qué sociedad nos movemos, para que seamos conscientes del deseo que nos han incautado, desarrollando una actitud crítica ante la sociedad en la que vivimos, siendo consciente de lo que somos y evitando la manipulación imperante. Solo una educación crítica nos liberará de tanta inmundicia. Un nuevo reto educativo que afrontar. No hay otra.


13 de septiembre de 2023

LA HIPERSEXUALIZACIÓN DE LA INFANCIA

Una compañera de Educación Infantil me manda una foto del regalo que le ha salido a su hija en una bola sorpresa, de esas máquinas que hay por las aceras para sacarles unas perras a las familias que quieren evitar una rabieta. 

La sorpresa se la llevó mi amiga al ver el regalo que le tocó a su hija pequeña: un hermoso y voluminoso culo de goma de una chica manga en una tarjeta. Era un dibujo de una sensual mujer con un voluminoso trasero de goma, en relieve, invitando a tocar. El mercado sabe que el sexo vende y mientras antes comience a crear una cartera de clientes, mejor; aunque para ello destruya la inocencia de la infancia.

En mi aula de Educación Infantil, algunas alumnas, intentando agradar, o contrastar información de sus familias que no entendían, se levantaron la camiseta y me mostraron sus tops, a modo de sujetador, cuando apenas habían cumplido 5 años. Evidentemente, alguien puso esa prenda en ese inocente cuerpo, sexualizándolo, sin percatarse de la disfunción que podía generar en el desarrollo de esa chica.

Se ha normalizado que las chicas y chicos de 4 o 5 años tengan novios o novias. Yo me quedo anonadado  cuando veo el beneplácito gracioso de sus familias. No me refiero a jugar a ser novios, que eso es normal si surge de la infancia, en un intento de jugar a comprender lo oculto; sino a la complicidad de la familia en sexualizar a sus infantes. No saben el mal que están haciendo en el desarrollo de sus vástagos. Y es que, hoy día, se visten igual las madres y las hijas, los padres y los hijos, en una cultura que ningunea la infancia.

Que las chicas jueguen a pintarse las uñas o los labios es normal, porque el juego simbólico es un tanteo para crecer y sentirse mayores; o que se metan un muñeco bajo el vestido para simular un embarazo también es aceptable. El juego simbólico es parte del desarrollo de la infancia. Pero que las chicas vengan a clase con las uñas y los labios pintados, y maquilladas, es algo pernicioso, creo. Y que los chicos vengan con tatuajes con bolígrafo en sus brazos, enseñando músculos, y retando, no es un simple juego sino un reflejo de la sociedad en la que se están desarrollando. Por eso debemos estar expectantes, tanto familias como profesorado.

Eso me viene a la cabeza cuando una amiga, educadora social, me cuenta que está tratando muchos casos de agresiones sexuales de preadolescentes de diez años. Y es que todo lo que sembramos tiene consecuencias.

Es necesario ir quemando faces poco a poco, desarrollar cada estadio del desarrollo en todas sus posibilidades, sin adelantar ninguno, para así poder sustentar el peso de otras etapas. El desarrollo humano es como una pirámide. En la base, en los primeros años, el máximo de desarrollo: sensorial, psicomotriz, de contacto, lenguaje y conexión amorosa, etc. Sobre ese soporte se sostiene lo simbólico: el juego, las primeras relaciones sociales, la seguridad y el desarrollo de la identidad. Estos aprendizajes son imprescindibles para soportar la compleja adolescencia y la juventud, dos momentos de cambios en la vida hacia la adultez, que necesitan de una base equilibrada.

No debemos alterar esta secuencia del desarrollo, una hipersexualización de la infancia antes de tiempo produce desajustes psíquicos con consecuencias posteriores nefastas.

He visto en mi escuela a chicas de 10 años vestirse como jóvenes cuando van de fiesta un sábado por la noche, y se exhiben en Tik-Tok con poses sensuales, con bailes eróticos de traseros insinuantes, aderezado con seudo-músicas actuales. Es lógico que no atiendan cuando se explica un tema de ciencias o matemáticas.

La hipersexualización de la infancia se genera por un mercado que hace clientela para un futuro boyante. Por eso desde la escuela debemos ser tajantes y contrarrestar tanto desvarío. Las niñas y niños vienen a la escuela a educarse y debe prevalecer el respeto a sus etapas de desarrollo. Debemos contrarrestar toda la carga de hipersexualización de la infancia que el mercado nos impone. Porque, tarde o temprano, nos explotarán en la cara todo lo que hemos tolerado.

Así qué, en la escuela debemos contrarrestar tanta pantalla, y jugar a la gallinita ciega, al corro de la patata, a la estatua, al mate o a cualquier juego o deporte tradicional, para que las niñas y niños de nuestras escuelas puedan tener una base en la que sustentar su futura existencia. Ya vendrán otros momentos placenteros y complejos cuando tengan edad para ello. Cada cosa a su tiempo.





3 de septiembre de 2023

EL FIEL DE LA BALANZA

La sociedad se está polarizando. Intentan que estemos a un lado o a otro de la balanza: buenos o malos, españoles o antiespañoles, comunismo o libertad, conmigo o contra mí, blanco o negro… y la gente común nos encontramos en el charco, entre Pinto y Valdemoro. Es una evidente simplicidad, pero estamos comulgando, sin saberlo, con la bipolaridad.

Según la RAE, en su segunda acepción, fiel es “la aguja que juega en la caja de las balanzas y romanas y se pone vertical cuando hay perfecta igualdad en los pesos comparados”.

Es evidente que vivimos en un mundo diverso y complejo que no es necesario justificar. Pero nuestra mente está programada de forma simple, y las mentes digitales de las nuevas generaciones, mucho más. La dualidad es la más obvia de las mentiras, pero funciona. Los políticos lo saben y buscan siempre poner un fiel que parta a la sociedad en dos mitades, evitando aceptar una sociedad cada vez más compleja. Es necesario resistirse a tanta simplicidad.

El tema está desubicado, porque la cuestión no es dónde ponemos el fiel de la balanza, sino en si es pertinente poner un cuchillo que nos parta por la mitad con criterios contrapuestos.

Educar es un acto político, no es posible educar sin ideales ni objetivos. Es necesario educar a favor de los derechos de todas las personas, sobre todo de los más desfavorecidos; es imprescindible corregir los desajustes económicos que genera este mundo, contrarrestar los poderes perniciosos, proteger a las minorías… y reflexionar sobre este mundo que nos ha tocado vivir con una actitud crítica, para que la gente viva de forma decente y pueda ser feliz.

Recomiendo visualizar la película La ola, dirigida por Dennis Gansel. Es una obra maestra que recrea la experiencia educativa La tercera ola, en Alemania, y nos revela lo fácil que es dividir a la población por la mitad con un simple fiel de la balanza, y lo fácil que es hacernos creer que somos exclusivos, superiores, únicos, elegidos… frente a los demás, y odiar al diferente creyéndonos en la verdad. Cada vez que la veo se me altera el corazón y otorgo más importancia a una educación integradora que acepta la diversidad.

En esta película se muestra cómo con técnicas de control emocional y social se puede generar personas simples, nada reflexivas, despertando las emociones más viscerales y letales, sin reflexión ninguna, creando identidades contrapuestas fáciles de manejar.

En una sociedad compleja es necesaria una educación diversificada, holística, personalizada, profunda, reflexiva, investigadora…, siempre mejorable. Y es imprescindible huir de los análisis simples, en donde hay buenos y malos separados por el maldito fiel de la balanza.

Si fuese necesario un fiel de la balanza debería ponerse entre el respeto a los Derechos Humanos contra quienes quieren seguir teniendo poder y privilegios. Pero lo mejor es no dividir a la sociedad en mitad alguna, sino educar en la sociedad de la incertidumbre, para que aprendamos a vivir en la compleja y verdadera diversidad humana.


22 de agosto de 2023

HEMOS GANADO MÁS QUE UN MUNDIAL

La selección femenina de fútbol de España ha ganado el mundial. Después de las celebraciones y el reconocimiento merecido momentáneo, pasado un tiempo, solo será una meritoria anécdota.  Pero es necesario celebrar que se ha va a producir un cambio profundo en el mundo educativo y en nuestra sociedad en los próximos años.

A veces, lo que se lucha en política, en manifestaciones reivindicativas, en las escuelas, y en tantas asociaciones feministas que luchan a diario por la igualdad, se produce, por arte de magia, en un juego con pelota. Parece que las mejoras sociales, como en la mitología griega, las producen los mitos y las diosas.

Recuerdo a una chica de mi cole que jugaba muy bien al fútbol pero lo hacía regateando solo a niños. Siempre observé su destreza con el balón en los pies; y reflexionaba sobre qué sentiría mientras jugaba al fútbol sin ninguna compañera, sin otra mujer a quien pasar el balón. Se mostraba ensimismada y tímida, no alardeando de sus capacidades de buena futbolista, no sentía orgullo de sus proezas. Eso me inquietaba.

Sus altas capacidades deportivas nunca le produjeron rechazo a la hora de jugar porque eran evidentes sus destrezas. Pero ella jugaba en voz baja, sin llamar la atención, sin orgullo ni referentes en esta disciplina poco reconocida para las mujeres.

Recuerdo a otras chicas de mi cole, no tan aventajadas en este deporte, que jugaban en una esquina del patio a pegarle patadas a un cartón de zumo junto algunos chicos con pocas capacidades en el juego de la pelota. Había algunas que no lo hacían mal, pero no se sentían autorizadas para jugar con los chicos en el amplio campo que dominaba el mayor espacio del patio de recreo.

Pero todo eso ha cambiado en el instante en que una chica marca un gol en un mundial y nos hace campeonas del mundo. Las chicas de mi escuela se sentirán orgullosas de la hazaña de las jugadoras del equipo de España que son las mejores del mundo mundial. Y exigirán su espacio en los recreos, porque ellas también podrán jugar a lo que quieran sin discriminación alguna. Porque ya tienen referentes que las avalan. Ahora las niñas también podrán alzar la mirada a lo más alto mientras juegan con la pelota.

Porque se ha producido un hito en la historia de este país; las mujeres han dado un golpe en la mesa, un gran paso hacia la igualdad. Y lo que tanto nos costaba en las escuelas, con trabajos en el día de la mujer, con cientos de proyectos muy elaborados y que producía tan pocos cambios…, lo han conseguido unas chicas que juegan al fútbol y han ganando un mundial.

A veces, los cambios culturales se producen de manera inesperada, pero siempre en estados emocionales colectivos. Porque la emoción vivida, en la celebración de ganar el mundial por las chicas de la selección española, ha producido un estado emocional de toda la sociedad española, y cambiará, sin duda, las arcaicas percepciones sobre las capacidades y posibilidades de la mujer en la sociedad.

El beso a su pareja de una futbolista lesbiana, la gitana que marcó el gol o la chica de piel oscura condecorada como mejor futbolista joven, han producido cambios, en nuestras mentes y corazones, más profundos que todos nuestros intentos por crear unas generaciones más libres, diversas y permisivas con nuestros proyectos de escuela igualitaria. Bienvenido sea este acontecimiento que va a cambiar la educación de las chicas y los chicos de nuestra sociedad.

Gracias al equipo de fútbol femenino de España por la hazaña, por mejorar la educación de nuestro país con vuestra proeza, haciéndola más libre, diversa e igualitaria.


18 de agosto de 2023

EL HUEVO SORPRESA Y OTROS CACHIVACHES

Esos cochecitos que están a la entrada de los restaurantes o junto a los kioscos, con su música repetitiva y embriagadora, soliviantan a la infancia sobremanera. Es un reclamo del mercado para que nos dejemos los cuartos. Eso lo sabemos y lo controlamos. Intentamos evitarlo, pasar de largo, buscar estrategias para posponerlo, esperanzados en que pase el trago. Pero si no podemos eludirlo, le echamos unas monedas a la máquina infernal y nuestros vástagos se pasearán un ratito, imaginando que van montados en un magnífico coche recorriendo mil ciudades con la imaginación. 

Pero el tema se ha complicado. Los supuestos beneficios de estos artefactos (que desarrollan la imaginación sintiendo que están conduciendo, mejoran el sentido vestibular con el movimiento y entusiasman a nuestros vástagos) se han endiablado. Y ahora comienzan a poner pantallas delante del coche para que la infancia deje de imaginar; una pantalla digital que simula que van conduciendo por una carretera digital, para que no tengan que generar actividad intelectual alguna (una nueva estrategia del sistema para enganchar a la infancia a las pantallas, impidiendo su desarrollo natural).

Otro caso que invade la mente de la infancia es el de los huevos sorpresas. Esas maquinitas que por un módico precio te regalan un huevo de chocolate con una sorpresa dentro. Pues resulta que se han sofisticado, y la sorpresa es un papelito con una página web o un QR para que los infantes entren, evidentemente, con el móvil de sus padres, en el endiablado internet. Otro intento de que no disfruten de un muñeco al uso con el que pudieran jugar y ensanchar su imaginación, sino que incitan a que se sumerjan en pantallas digitales.

Por último narro otro caso inquietante: en un parque de bolas (esos espacios a los que llevamos a nuestros vástagos para celebrar sus cumpleaños), se ha inmiscuido el mercado de pantallas. Además de piscina con bolas y toboganes con los que disfrutar, hay mesas con pantallas digitales que atraen a la infancia incitando a que dejen de jugar y socializarse, con estímulos musicales, luces deslumbrantes y reclamos digitales.

Debemos estar atentos en la crianza, hoy más que nunca, porque hay mil y una argucias, de poderes sin escrúpulos, intentando conquistar la mente de nuestra infancia para ensanchar el mercado y generar una futura clientela.

Tenemos que estar alerta porque estamos rodeados. Y si un gobierno cualquiera intenta coartar tales desmanes lo acusan de quebrantar la libertad. Pero hay que diferenciar entre libertad de mercado (libertad de los lobos gobernando a las gallinas), con la libertad de generar pensamiento autónomo, y eso solo es posible si cuidamos la educación de la infancia, librándola de tantas pantallas que determinan el pensamiento autónomo.

Dijo Marco Aurelio, hace dos mil años,  que todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad. Por eso es imprescindible que la infancia evite las pantallas, para que no imaginen verdad en donde solo hay espejos que simulan la realidad. Nos lo advirtió Platón en el mito de la caverna, nos lo recordó Saramago en su novela La caverna. Es necesario distinguir lo que es narración construida por la posverdad de lo que es la verdad sentida. Es por eso que debemos evitar que la infancia consuma pantallas cuando se está construyendo, porque el disfrute experimentado es momentáneo y determina la forma de pensar para toda la vida.

Creo que, en los primeros años, hay que evitar las pantallas (nada de espejos que alteren a una infancia en construcción), porque impedirán un pensamiento acorde con la realidad. Es por eso que debemos estar atentos a los huevos sorpresas y a otros cachivaches, que ponen anzuelos a nuestra infancia para que piquen, porque construirán un futuro desolador.

Por el contrario, es necesario más naturaleza, más socialización, más parques, pinturas, cuentos, teatros, poesía, bailes y canciones, tanto en la escuela como en casa, para que las futuras generaciones sigan construyéndose sin sorpresas ni cachivaches.

8 de agosto de 2023

DISTOPÍA VERSUS UTOPÍA

Distopía y utopía son conceptos contrapuestos que, pensándolo bien, nos pueden ayudar a avanzar por el camino correcto.

Dice la RAE que distopía es una representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. Yo lo aprendí con la novela de  George Orwell «1984». Últimamente, me lo recordó una novela que recomiendo: «Cadáveres exquisitos» de Patricia Highsmith. Porque la distopía puede ser una manera de vislumbrar un nefasto futuro y estar prevenidos para no perecer con las consecuencias de las inmundicias de este mundo.

Inventemos una distopía:

Un poder todopoderoso impone libros de textos con los que debe aprender toda la infancia. Ellos marcan el camino por el que transitar, irremediablemente, las niñas y niños de la comunidad: contenidos tendenciosos, copiar, memorizar, hacer actividades con preguntas cuyas respuestas están en dichos libros y devolver lo memorizado en exámenes. En Educación Infantil es más grave: colorear, no salirse del dibujo, copiar letras sin significado, aprender los colores, bailar a través de la pantalla y poco más.

Esos libros sacrosantos deciden qué deben aprender las nuevas generaciones, conformando un futuro programado, pocas veces acorde con la realidad existente. Van construyendo seres humanos con sus narraciones. En esta distopía se diseña toda una organización escolar: tiempos, espacios, metodologías, contenidos, costumbres, liturgias, etc. Pues resulta que esta supuesta distopía existe en la realidad en demasiados colegios. Ya se sabe que el lenguaje crea el pensamiento, por lo que es necesario crear narraciones, fuera de esta distopía, que amueblen los futuros cerebros.

Borrón y cuenta nueva; frente a la distopía existente, inventemos una utopía.

Recoge, Eduardo Galeano, en su libro Palabras andantes, una frase de Fernando Birri: “La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso: sirve para caminar”.

Imaginemos que la escuela actual no existes tal como la conocemos, con el lastre de la historia y los poderes ancestrales, con los intereses económicos de algunas editoriales, con el beneplácito de la iglesia amenazante de otros tiempos, con ritos y liturgias que arrastra desde hace siglos y que condicionan lo que hoy es y seguirá siendo, si no lo remediamos. Imaginemos que empezamos de cero y tenemos que educar a la infancia.

¿Qué escuela diseñaremos?

Sabiendo lo que sabemos, que la infancia se está construyendo, abonaríamos la tierra para que la infancia evolucionara de forma natural, creando una cultura acorde con sus necesidades. Dejaríamos tiempos para que crecieran, eso sí, regándolos con mucho amor; dándole autonomía para que aprendan en libertad. Poniendo a su alcance toda la cultura que ha desarrollado los seres humanos a lo largo de la historia, para que acorten el camino ya recorrido por la humanidad. Respetando sus desvaríos como parte del aprendizaje. Creando comunidad, porque debemos ser parte de un todo que avanza sin dejar a nadie atrás. Imprescindibles profesorado entregado: cultos, inteligentes, éticos y buena gente. Lo mejor de cada casa; porque lidiamos con la futura civilización.

Para ello tenemos que partir de lo que verdaderamente necesita la infancia. Deberíamos tener esa oreja verde de Rodari[i], para escuchar sus necesidades, tener una actitud de escucha, apuntar a un futuro en que vivirán felices, cubrir sus necesidades, atender a todas las personitas independientemente de sus peculiaridades…; y dejar de escuchar a políticos que utilizan la educación como mercado.

Así que caminemos hacia el horizonte, supuestamente inalcanzable, con paso firme y certero, con la ilusión de conquistar la utopía. Al menos, caminaremos por el camino correcto, buscando la senda del bienestar de la mayoría de las personas.

 

 

29 de julio de 2023

LO QUE SE PUEDE MEDIR

Lo esencial de la vida es difícil de medir. El concepto de felicidad es la prueba. No hay metro que nos permita discernir cuándo sentimos bienestar. Los números tienen sus limitaciones. Ya se sabe que la estadística muestra, con un mínimo de tortura, cualquier conclusión que queramos demostrar.

Se puede medir la velocidad lectora, pero es difícil discernir la comprensión, y mucho menos si lo que leemos nos sirve para ser mejores personas.

Topé con una alumna que hace años pasó por mi cole con diagnóstico indeterminado. Era tímida, poco lenguaje, dificultades en la lectura y escritura, supuesta dislexia, etc. Pues resulta que después de un tiempo me la encuentro y, aunque sigue mostrando cierta timidez, es la mar de educada. Percibo a una chica que puede hacer una vida autónoma y normalizada, a pesar de todos los diagnósticos que, imagino, fue mermando su autoestima.

Se puede medir con ciertos test de inteligencia y pruebas estandarizadas las habilidades para resolver pruebas seleccionadas y supuestamente contrastadas. Pero inferir que eso es la inteligencia es un salto muy atrevido. ¡Cuidado con el concepto de inteligencia que nos acecha la inteligencia artificial! He visto personitas que no pasaron las pruebas del C.I. (coeficiente intelectual) pero eran hábiles para vivir en sociedad. Y lo contrario, gente que obtenían el beneplácito de los test y notas de sobresaliente pero mostraban muchas dificultades para vivir la vida.

Recuerdo a un chico que en las evaluaciones de C.I. raspaba la normalidad, (lo que suelen llamar inteligencia límite). Esta prueba se suele contrastar, si haces una buena evaluación educativa, con entrevistas con el alumnado. Pues resulta que este chico no daba ni una en el test, pero sabía de la vida más que muchos de sus congéneres. Discernía entre lo que está bien y está mal, era ávido en resolver conflictos sociales, se mostraba muy educado en todo momento, diferenciaba entre lo que es justo o injusto en la vida y controlaba sus emociones, a pesar de vivir en la pobreza y con dificultades familiares importantes.

Es por eso que el orientador estaba hecho un lío en el diagnóstico. Porque este chico no parecía inteligente pero era más listo que el hambre. Ya sé que esto no es científico, pero el lenguaje de mi pueblo, a veces, funciona. En los pueblos se sabe que hay gente que no es cultiva pero es resolutiva. Creo que el sobrevalorado C.I. (coeficiente intelectual) tiene mucho de cultura urbana y burguesa; pero también hay inteligencia en el mundo rural no cultivado. Bueno, en cultivar, sí que son expertos. Ya me gustaría ver a un listo de mi pueblo si hubiera estudiado y a un inteligente de ciudad intentando sembrar patatas y ordeñar a una vaca.

Popkewitz[1] denomina “la conquista del alma infantil” al conocimiento que se transforma en protocolos que certifican, al más puro estilo comercial–neoliberal, la calidad del producto. Porque medir la calidad es una entelequia. Medir la comprensión lectora con pruebas de velocidad es una aberración, porque la lectura comprensiva requiere de lentitud y reflexión. Los más veloces pueden que lleguen antes a ningún sitio. La rapidez es medible, la lentitud es compresiva. Porque a fuego lento siempre es más sabroso cualquier manjar.

La cuestión es que lo medible depende del instrumento de medir. Pero ya se sabe que la felicidad no se sostiene en ningún instrumento, sino que es una emoción sentida.



[1] . Popkewitz, Thomas (2021): La impracticabilidad de la investigación práctica. Editorial. Octaedro. Barcelona.