30 de septiembre de 2011

UN ESPEJO REVELADOR



Cada semana hacemos yoga en clase. Es una forma de aprender a respirar, a tranquilizarnos, a tomar consciencia de nosotros mismos y a sentirnos vinculados unos a otros. Meme, una madre del AMPA que dirige las sesiones, ha traído un espejo para mirarnos. Teníamos que pasarnos el espejo y decir: soy especial y único en el mundo.
Tres niños y una niña de mi clase no han querido mirarse y decirse cosas bonitas. Curiosamente, mis alumnos con más  dificultades. Parece que, sólo cuando nos reconocemos como personas, cuando hemos construido una identidad segura, somos capaces de desafiar la mirada implacable del espejo. Cuántas pruebas psicológicas desperdiciadas, cuantos especialistas enredados en etiquetar con diagnósticos, cuando un espejo es suficiente para identificar al alumnado con dificultades, para descubrir quiénes tienen verdaderos problemas.
Hace tiempo que la psicología descubrió que no podemos ver en el exterior lo que no tenemos en nuestras mentes. Así que nos reconoceremos en el espejo cuando tengamos una imagen equilibrada y segura de nosotros mismos.
Cuando alguien nos mira con cariño y con deseo construimos esa imagen de personas que llegamos a ser. Quizás seamos sólo una imagen de alguien que se ha mirado en nosotros. Evidentemente, son los padres y madres los que construyen a sus vástagos, aunque muchos nos llegan al aula sin terminar de dibujarse. Y es por eso que, en nuestro cole, programamos actividades de construcción de identidades. Como la asamblea, en la que cuando alguien habla los demás lo escuchan y lo miran; o como el libro de los amigos en el que cada día miramos a un compañero, le abrazamos y le decimos cosas bonitas; o el proyecto de nuestras vidas en el que construimos nuestra historia y la contamos a los demás.
Son, por tanto, los otros los que nos construyen con sus miradas. He aquí el enigma del espejo.
La madrastra no miró nunca a Blancanieves con deseo sino con envidia. Es decir se miraba sólo a sí misma. Blancanieves se sintió perdida por el bosque de la incertidumbre hasta que fue mirada por alguien con amor. No fue el beso, sino la mirada, la que hizo despertar a Blancanieves de su eterno letargo, de su ¿déficit de atención? Es nuestra mirada cariñosa, por tanto, la que ayudará a construir, en el alumnado, una imagen ajustada de sí mismo y le despertará definitivamente para el verdadero aprendizaje.

         Cristóbal Gómez Mayorga
         Septiembre de 2011

3 comentarios:

Mª José dijo...

Qué buena idea lo de hacer yoga en clase. Yo voy cada semana a hacer yoga con mi peque, vamos un grupo de madres y todas coincidimos en algunas características comunes de nuestros bebés que quizás vienen de que hacemos yoga con ellos desde que tenían un par de meses. En este grupo de madres hay algunas formándose para impartir yoga para niños y niñas y algunas docentes que les gustaría integrarlo en sus clases pero no tienen un ejemplo a seguir y no saben cómo hacerlo. Voy a compartir este post con ellas.

Rafa Gutiérrez dijo...

¡Ojalá hubiera muchos docentes como tú, con amplitud de miras y de mente!. ¡Ojalá nos diéramos cuenta de que invertir un poco de estas técnicas en nuestros cargados curriculos ayudará a evitarnos muchos psicólogos y psquiatras del futuro!. ¡Ojalá fuésemos conscientes de que no hay nada más importante en la Educación que ayudar a hacer seres felices!
Un abrazo
Rafa Gutiérrez

Pako dijo...

Me enorgullece saber que otra forma de hacer las cosas son posibles. Pues de vez en cuando debemos de parar el ritmo frenético de los materiales curriculares para realizar estas experiencias y aprender un poco de la verdadera enseñanza que da un experimento tan simple y la vez tan humano.