25 de julio de 2017

Detectando discapacidades


El discurso de la diversidad se ha instalado en el Sistema Educativo para quedarse. Pero, como todo discurso, corre el riesgo de convertirse en palabras huecas. La diversidad y la inclusión son los nuevos mantras que llenan nuestras bocas en estos tiempos convulsos. Se escriben una y mil veces en papeles de todas las texturas: leyes, proyectos, programaciones, discursos y oposiciones. Pero la realidad es tozuda y resistente a toda idea que suponga una transformación profunda y, sobre todo, un cambio de mentalidad. Y es difícil, en estas circunstancias, discernir lo que es mentira o verdad. 

Menos mal que en mi cole tengo a alguien especial, detecta la esencia y separa el grano de la paja. Es una chica diagnosticada como TEA y tiene un poder mágico: sentir el alma de las personas y huir de la gente desalmada.

En su aula descubre a los compañeros excepcionales, deja que le abracen, que le ayuden o le cojan de la mano. Y sonríe contenta cuando están jugando con ella. Pero también delata a los chicos y chicas con alguna discapacidad: los que tienen miedo de acercarse, quienes miran con recelo, los que no saben conectar, los que tienen dificultades de ponerse en el lugar de los demás.

También mi alumna es capaz de discernir entre el profesorado competente y el discapacitado. Es elocuente al dejar en evidencia a  quienes no saben acercarse a ella, a quienes no la tiene en cuenta, a los que no miran de verdad, a quienes no se abren en cuerpo y alma, a los que tienen prejuicios o falta de empatía, a quienes tienen algún tipo de dificultad en conectar con los demás. Y es que mi alumna es un espejo en donde nos miramos y descubrimos el lado oculto que todos llevamos dentro: los miedos, el qué dirán, la incompetencia,… y tantas deficiencias que todas las personas tenemos. 

Lo interesante de esta alumna tan especial es que, además de descubrir discapacidades, es capaz de mejorar a los demás. Es una luz que nos alumbra y ayuda a desarrollar muchas capacidades sólo conviviendo con ella: la empatía, el respeto, la tolerancia, la inteligencia emocional, nos ayuda a pensar y sentir, enseña a conectar y mirar de verdad. Los niños y niñas de su clase han desarrollado unas cualidades especiales que es difícil de aprender de otra manera.


Pero esta alumna tiene más poderes: es capaz de detectar la discapacidad que tiene el Sistema Educativo. Por ejemplo, ha  vislumbrado a una Administración insensible y discapacitada que no pone a alguien que le eche una mano en sus dificultades en el aula. Y la familia tiene que estar buscando a personas, por “su cuenta”, que le ayuden, para poder estar en un aula como los demás. Sí, también mi alumna ha detectado una Administración discapacitada, que se le llena la boca de integración y diversidad, pero no pone los medios necesarios, ni contrata a personas que hagan factible la inclusión que la ley proclama con letras de oro y subrayadas.

Pero lo más interesante es que soy el maestro de esta alumna singular. En teoría, soy especialista en Pedagogía Terapéutica y, cada día, me descubre mis discapacidades: por no saber entenderla, por no prever sus demandas, por no saber conectar, por no tener la formación suficiente,… y no sé por cuanto más. Sí, mi alumna también detectó mis discapacidades y me ha puesto a estudiar y a seguir indagando sobre los seres humanos. Menos mal que es benévola y comprensiva y, cada día, me mira a los ojos, aleteando sus manos de alegría, me da un abrazo y nos vamos de la mano a seguir aprendiendo juntos, con los demás. 


Xtóbal, Julio de 2017